El piercing oral están de moda sobre todo entre los adolescentes y los adultos jóvenes, aunque esta práctica no es nueva, y su origen se pierde en el tiempo. Lo que para algunos es incomprensible como perforarse una parte del cuerpo para colocarse un aro, para otros es una forma de manifestarse, representa identidad y una forma de pertenecer a un determinado grupo o colectivo cultural.
Se denomina piercing oral a aquel que va colocado en labios, lengua, frenillo y mejillas. Más allá del dolor de la perforación, el riesgo de dañar vasos sanguíneos y de las posibilidades de infección, el uso de estos aros en la boca puede afectar seriamente la salud bucodental.
Complicaciones como consecuencia del piercing oral
Sin tener en cuenta el dolor, la inflamación localizada y el proceso de cicatrización típico del piercing, hay otras complicaciones que pueden comenzar a aparecer.
Lo primero que sucede es un aumento considerable del flujo salival como mecanismo de defensa ante la aparición de un cuerpo extraño en la boca. La boca está llena de bacterias y no se pueden mantener extremadamente limpias y mucho menos estéril. El uso de un piercing aumenta considerablemente las posibilidades de una infección.
Los ganglios situados bajo el mentón y la mandíbula inferior pueden inflamarse desde los primeros minutos en que se coloca el piercing y prolongarse hasta por 5 semanas.
Pero entre los problemas más graves se encuentra, sin dudas, la recesión gingival, en la cual se retraen las encías dejando más superficie dental al descubierto. Esto provoca pérdida de inserción del diente, causando movilidad y la posterior caída de este. Este problema es muy común en quienes se colocan piercing labial, afectando a 5 de cada 10 personas.
Los piercing además, provocan un riesgo constante de lesión dental, ya que el metal del que están hechos puede provocar desgaste en el esmalte dental, o incluso, astillamiento o fractura de la pieza.
Las enfermedades periodontales también son una posibilidad, pues el metal del piercing puede acumular placa bacteriana, generando formación de sarro, causando gingivitis y posteriormente periodontitis.
Menos comunes aunque también posibles, los problemas de habla, halitosis y maloclusión puede provocarse por el uso de un piercing oral.
Cuidados a tener en cuenta
Antes que nada, elige a un profesional con la formación adecuada, así disminuirán los riesgos, complicaciones y el resultado final será mejor. Este debe asegurarse que el instrumental a utilizarse esté debidamente esterilizado.
Para ayudar a reducir la inflamación y aliviar el dolor en los primeros días, es recomendable tomar pequeños cubitos de hielo, dejando que se disuelvan en la boca. Es de suma importancia también no mover el piercing o jugar con él más de lo necesario.
Evita tocar el piercing con las manos sucias y retíralo en caso de que vayas a realizar alguna actividad deportiva. Al colocarlo de nuevo asegúrate de ajustarlo bien para evitar atrangantarte o tragar alguna parte de la pieza.
A la hora de realizar la higiene bucal, utiliza un cepillo de cerdas suaves. Asegúrate de cepillar bien el pendiente para evitar la acumulación de placa. Si el piercing te roza en alguna parte de la cavidad bucal, puedes retirarlo por la noche o utilizar una cera protectora para ortodoncia.